lunes, 29 de marzo de 2010

DECEPCION.

Desde luego que uno, a lo largo de los años, ha sufrido decepciones varias, por distintos motivos; ó por diferentes circunstancias.
Ya mas grande caigo en la cuenta que en su totalidad han sido hijas de mis preferencias, a lo mejor debería ser menos selectivo, ó mas objetivo. No lo se, pero el caso es que recuerdo una en particular, cuado niño que me marcó mucho, y contrariamente a lo que supone el entendimiento conforme uno va creciendo, no ha sido, ni los reyes, ni el conejo de pascuas, ni Papá Noel, ninguno de esos personajes me angustió tanto como el hecho de enterarme que los caracoles enormes que mi madre guardaba en la repisa, al llevármelos al oído no guardaban en su interior el ruido del mar que les había quedado grabado y guardado de tantos años allí.

Por desgracia un día me llevé una taza vacía al oído, y el efecto era el mismo, cualquier cuerpo con similares formas produce el mismo ruido. Que decepción.

Debo confesar igualmente que cuando veo un caracol, no puedo evitar volver a hacerlo y…, por una par de segundos, vuelvo a imaginarme el fondo del mar, pero solo dura un instante esa felicidad ayuna de toda razón.

Me gusta creer que el caracol después de tantos años en el fondo del mar, sufriendo sus embates y demás, atesora un su interior el sonido de su ambiente, de su origen, de su ser; y que son indivisibles.

Al fin y al cabo no nos pasa a todos algo parecido?

Facundo Ochoa

No hay comentarios:

Publicar un comentario