jueves, 14 de mayo de 2009

GAY



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Es un sitio dormido, verde y olvidado de Buenos Aires, la Plaza Colón, frente a la Casa de Gobierno.
Los coches zumban cerca, pero con rara lejanía, como bichos a la hora de la siesta. Hay una fuente donde los gorriones, pájaros que se han incorporado a los tangos abusivamente, beben como pueden el agua que no queda. No hay aquí durmientes con diarios en la cara y, quizá por estar cerca de la Casa Rosada, se ve que limpian y cortan el pasto. Contemplo la estatua de Colón.
Encima de las figuras alegóricas de la base, el Almirante mira hacia el río, un pie graciosamente adelantado como el de quien se dispone a arrancarse en un paso de ballet. Las manos, que sostienen un documento, un mapa quizá, están una sobre la otra en gesto de imprevista femineidad, algo parecido al recurso de los cómicos del teatro picaresco de Buenos Aires cuando hacen de homosexuales.
El autor, no se si porque lo quiso o por algún otro motivo, nos regaló un Colón gay.

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