jueves, 28 de mayo de 2009

Los ejemplos

Podría ser una esquina de Buenos Aires cualquiera, pero particularmente es Carlos Pellegrini y Diagonal, ahí donde queda formado ese triángulo sobre la calle, con los cordones amarillos, donde la agente encuentra una isla salvadora en medio del tráfico, donde los transeúntes llegan con el paso apurado, porque los colectivos, los taxis, las motos y hasta las bicicletas llegan a gran velocidad desde la esquina de Cerrito y Corrientes. Nadie respeta el semáforo peatonal, pocos prestan atención a la figura de aquel rústico muñeco, no importa si es blanco, no importa si es rojo, lo único que importa es que no vengan autos, esto es mas que motivo suficiente para cruzar la calle. En los últimos tiempos un policía en las horas pico controla el avance de los peatones, haciéndoles saber con el sonido de su silbato, quienes están en infracción. Algunos entonces solo por pudor y no por seguridad, aguardan para cruzar correctamente.

Observo toda esta escena sobre la vereda, mientras aguardo el cambio de señal de rojo a blanco, de pronto por mi lado, pasa una mujer joven, con un carrito en el que viaja un bebé de no mas de dos años y una hermosa nena de la mano, se lanza a cruzar la calle, como un acto reflejo ,todos los que estamos ahí, miramos a la distancia, se acerca todavía lejos un colectivo y algunos autos. Contenemos la respiración, hacemos cálculos, miramos a la mujer, el carrito, la niña, el colectivo, los autos; el policía suena su silbato advirtiendo a esta mujer la cercanía de los vehículos. Todo transcurre en no mas de cinco u ocho segundos, bocinazos, quejas, y hasta algunas barbaridades, por parte de los conductores que pasan por detrás de la mujer que ahora logra llegar del otro lado a salvo; todos sentimos un gran alivio.

El semáforo peatonal cambia de rojo a blanco y avanzo con la vista puesta en la mujer que ahora parece no tener mucha prisa solo unos metros delante de mí. Cuando estoy a su altura no puedo dejar de mirarla, la niña que lleva del brazo despoja un alfajor de su papel y lo arroja el piso. La madre frena abruptamente el carro, regresa un paso para recoger el papel de la vereda y mira a la niña, _esto no se hace !!, que te enseño mami.?

No puedo aguantar ni contener mi media sonrisa triste y pienso, “eso mismo me pregunto yo”.


Instantanea de Buenos Aires, por Facundo Ochoa.

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